viernes, 26 de septiembre de 2014

SER MUJER MOCHILEANDO


Arepas. En Machetá, Colombia.
     Pensar en la gente linda  Latinoamericana me causa emoción. Me llena de lágrimas los ojos. En esa gente linda está presente la tierra y en sus miradas un paisaje que ver. Como  mi mamá y mi papá, que tienen en la mirada la belleza de la clase trabajador argentina. La humildad de ser de Buenos Aires, pero de provincia.  Como esa señora que  vende arepas a la vera de la ruta en Machetá, Colombia. O la que carga su bolso repleto de alimentos para subir la montaña y  atravesar la naciente del río en la garganta del diablo , Tilcara, pcia de Jujuy, Argentina. Como esa señora de un puesto de comida en Puerto Alegre, cuando pedía agua "quenchi"  pero ella no tenía, “pero si tuviera te regalaría encantada viajera” y me dio un abrazo sin conocerme y un “fica con Deus”.  Como Indio, en Naufragados, que lo dejó todo por su rancho en la playa. Pero feliz porque olvidó estar en problemas y sintió amistad en nosotros, los viajeros.Necesito llorar. Por sentir. Pero  esta vez de  alegría, de agradecimiento.
Mamita, Tilcara, Jujuy, Argentina 2007

Indio, en su hogar ,la
 Praia de Naufragados, Brasil. 

A quilómetros de distancia,  en la Patagonia Argentina,  Mariángeles llora por lo mismo. Por emoción, porque estamos viajando, cumpliendo nuestros sueños. Estamos felices, porque estamos aprendiendo de sentir, ver, tocar, oler, escuchar, en esta escuela libre. Una escuela que me enseña a cada paso, que me conecta en cada ser que conozco  y hace de este viaje mi universidad. ..En la que llevo mi espíritu con fe  y afán de aprender a hacer  una vida mejor . En la que tomo apuntes en mi diario de viaje y aprendió teoría y práctica haciendo. Desarticulando,  observando las miradas latinoamericanas.
Hombre juntando leña, en Tota, Boyacá, Colombia
     Llevo casi  dos meses en  Colombia.  Ahora trabajando en un jardín urbano donde me aloja Peter, en una casa de los años sesenta, donde también es un hotel pero de categoría consciente, hecho un 80% de materiales reciclados. Soy voluntaria. Me encargo de trabajar el jardín y aprender sobre métodos alternativos de recolección de agua lluvias para riego.  Llevo más de seis meses de viaje desde que salí de Baires. Pasando por Uruguay y Brasil. Y cada día es una experiencia distinta. Siento un cambio interior muy grande . Vuelvo a la Patagonia  y a los  ríos de Córdoba, vuelvo a las calles de Porto Alegre, a la playa en Rocha , al cerro de los siete colores en Purmamarca, al viento en Valparaíso y al fin de la ruta 3 en Ushuaia, y me veo. Viajando,  con la mochila, solas las dos haciendo dedo.  Y me veo en esos paisajes y miradas, siendo  mujer. Con todo lo que implica ser mujer en un camino mochileando. Porque siempre alguien te va  a proyectar en un momento caótico, violento. Sin embargo me animo. Porque Frida Kahlo era valiente  cuando se animaba a retratarse desde lo bello y lo sublime, pero también desde el miedo, desde el dolor. Cuando hablo con mi diario de viaje me siento como ella,  retratándome en una hoja pero con palabras. Porque mi mamá fue valiente al parirme,  casi diez años después de “cerrar la fábrica”  cuando pensaba que no iba a tener más hijos.
Niña asando Mazorca, en Nobsa
Boyacá, Colombia.
       Lloro. Porque mi mamá hace el camino de los mandados  y pasa por el mismo lugar cada día,  donde tengo un recuerdo de mi infancia clavado en la memoria. Donde atravesábamos la vía muerta de un tren  y cada vez que la recuerdo ,  vuelve a mí la sensación de preguntarme qué había más allá. Y ahora sé que hay más allá. Acá. Viajando.
   Viajo  y me animo a viajar sola los caminos que sean necesarios viajar sola. Los caminos acompañada. Entonces me siento humana. Me siento mujer. Viajera. Amante. Me siento viento. Me siento camino y me siento una totalidad. Me siento ese árbol que me abraza con sus ramas. Porque soy árbol también. Me siento esa señora que me da la mano y me dice “cuídese mi hijita”. Porque soy esa señora también. La paloma que se acerca, me mira desconfiada pero de a poco toma confianza y se amansa para comer la miga de pan que hay en la vereda donde me siento… En  el barrio de la Candelaria.  Me siento la mirada de los alumnos del profesor Nieto , en la pedagógica, que me escuchan. Se acercan para darme un abrazo y energía positiva . Me veo en  ellos. En mis amigas. En mis sobrinos  viviendo la vida. En mis hermanas que defienden lo que luchan.  Pero sobre todo me veo y me siento en  la tierra. Vuelvo a llorar de emoción, a sentirme viva . A fortalecerme en este llanto para tomar fuerza, levantar la mochila que el camino es largo. A tomar fuerza-mujer, que la vida es bella.  A agarrar la mochila para seguir viaje. 
Hombre en sus transportes. Sogamoso, Colombia.

Señora cociendo envueltos, Sogamoso, Colombia.

Niña. Sogamoso, Colombia.

1 comentario:

  1. Me encantó lo que has escrito, por un momento pude imaginarme cada lugar con los detalles que has mencionado. Espero volver a ver otro escrito similar y con algo que decir de otros paises. Saludos y un abrazo desde Chile. <3

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