-“Esta es mi tierra bonita, que embriaga mis sueños con
todos sus paisajes”. Dice una salsa que suena en la buseta. Me resulta
imposible ponerme a leer. No puedo evadir el contexto, dejar de mirar por la
ventana la jungla de cemento. “Tinto,
aromática, perico, bocadillo, minutos…”; son las ofertas del negocio callejero,
principalmente de carros alojados al costado de la ruta en la periferia de la
ciudad.
Camino a Cachipai, Cundinamarca Colombia.
SER PARTE DEL
CAMBIO CONSCIENTE GLOBAL
Alejados del cemento, bajo un clima subtropical, en una
región de altiplano húmedo , de valles colinas y montañas cubiertas de una espesa vegetación de
diversos tonos de verdes entre enredaderas,
árboles y miles de especies de plantas que florecen. Se encuentra la Eco
Aldea Monte Samai. Donde me esperaron Jenni y Hafid, quienes me habían invitado
el día que nos conocimos en una feria en
Bogotá. Allí sus habitantes viven en
comunidad, hicieron sus casas, comparten un gran predio, se bañan en un río,
cultivan sus alimentos, se despiertan al alba y acuestan a la luz de una vela
cuando baja el sol.
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Monte Samai |
Llegué finalmente por una suerte de magia, porque tome otro
camino…pero como creo en las constelaciones ruteras, así tenía que ser. A causa
de un tremendo aguacero me refugie bajo el techo de una agencia de taxis –un
lugar con un solo hombre atendiendo, una barra casi vacía y con algunas
cervezas y trozos de chorizos..-
servicios de taxi y de cantina. Acá en Colombia uno puede encontrar varios
rubros en un solo lugar. Como en provincia de Buenos Aires… Allí había un
hombre parado que me ofreció cuidarme la mochila mientras iba por unas bolsas
de nailon para cubrirla. Asi que cuando regrese, era de esperar, me preguntó de
dónde era y que hacía allí. Causalmente
él, taxista, conocía a Hafid y la “aldea de los
ecologistas”. Entonces me indicó otro camino por donde llegar…
Samai en quichua significa "el aliento de vida".
Sin dudas acorde al entorno; desde la
manera en que cultivan la tierra, concepción del ser y hasta como se organizan
para educar a los niños. En la aldea aprendí otra forma de hacer huerta; la Huerta Sinérgica. Se trata de una forma
de cultivo donde se aplica la ley de la “sinergía” propia de la naturaleza.
Sinergía proviene del verbo “synergo” que significa “trabajo en conjunto”.
Aplicado al cultivo significa que todos los vegetales que integran la huerta
están interrelacionados libremente, como así sucede en un sistema silvestre y
son interdependientes para hallar equilibrio. Se trata de un modelo de
producción vegetal basado en la Agricultura
Natural sin laboreo.* A diferencia
de la agricultura actual, que hace monocultivo y “separa y diferencia cada
órgano que compone el sistema de cultivo generando la necesidad de abonos y
pesticidas”. (Explica Seija, uno de los integrantes de la aldea). También se trabaja un sistema agroforestal que se llama “sistema multiestrato”. Esta
forma de cultivo se aplica a las plantas frutales. Por ejemplo plantamos un
árbol y lo acompañamos de otras tres siembras. Una mata floral – para atraer
insectos polinizadores- otra forrajera- para cubrir el suelo y retener humedad-
y otra aromática para atraer a ella
ciertas plagas y espantar otras. En el
caso del tomate de árbol por ejemplo, (en el medio) y hacia los costados un
romero, una floral y un maní forrajero. Ahora solo hay que esperar que los
árboles crezcan.
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Sistema multiestrato |
Pero el mejor aporte
para ayudar a la tierra es el “mulching”
(acolchado). Se trata de una capa de pasto seco, (paja) con el que se cubre
el suelo unos cinco cm, o diez si es posible más. Esto concentra calor y
retención de humedad, lo que genera las condiciones ideales para la
multiplicación de microorganismos como las micorrizas. En la aldea usan paja,
ya que en la zona los colonizadores se encargaron de cultivar un pasto para el ganado,
traído desde áfrica. Antiguamente el ganado no existía en la zona mucho
menos un tipo de pasto que crece más de 50 cm. Hoy ese pasto presenta un
problema para los campesinos. Especialmente para quienes hacen monocultivos, ya
que emplean agrotóxicos como Glifosato para evitar su crecimiento. Luego
aplican fertilizantes químicos, debido a que el suelo queda infértil. Y esto
como en todo el continente, se suma a lo que comemos en nuestros hogares. En
Monte Samai procuran quitar el pasto a mano para las zonas de cultivos, que
inevitablemente crece y toca volver a sacarlo. Por eso es que con la parte que
cortan hacen el mulching; que evita erosión y compactación. Y de ninguna manera
usan fertilizantes ni pesticidas inorgánicos. Se trata de comer natural en todo
su ciclo, cuando cocinábamos apenas pasaban minutos de cortar los alimentos de
la huerta, hasta la panza…Desde mi experiencia personal, comí orgánico más de
una semana y me llene de vitalidad y energía. Mi piel cambió su aspecto
amarillento (producto de la ciudad) ,me oxigené . El exceso de monóxido de
carbono nos quita vida en las zonas urbanas.
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Constucción natural |
Otro aspecto tan importante como la huerta, es la
construcción. Meli vive con sus dos hijos, Manu y Mauli, con quienes está
haciendo su casa en la aldea. Para levantar el techo, realizado con guaduas,
los Samaiquinos trabajaron en conjunto y armaron la estructura. Luego
siguieron, tanto como Meli, levantando las paredes de adobe. Una mezcla con
arena, arcilla y paja del lugar. Decorado con madera de los árboles que caen en
el monte. Ella levanta 20cm diarios de pared, que es lo que permite el sistema bahareque. Así fue que aprendí
también algo más sobre permacultura. Ya que las condiciones de la mezcla no se
da de la misma siempre, va variando según la región y el clima, las condiciones
del suelo del lugar.
En Monte Samai, se establecieron cuatro familias, que ya
empezaron a vivir de manera distinta. Ellos junto a otras cientos de familias
en todo el mundo, forman parte del cambio consciente global. En muchas regiones
del mundo, están brotando las nuevas semillas que están gestando un cambio
silencioso hacia una nueva forma de vida planetaria pensada en auto
sustentabilidad y cuidado del ambiente. Alejados de la ciudad, con casas
construidas por materiales proporcionados por el medio donde habitan (como
adobe, guadua, madera, piedra y en muchos casos materiales para reutilizar;
botellas, vidrios, plásticos). Con la ayuda de un panel solar para encender una
lámpara, decidieron salirse un poco de la vida rutinaria y estresante.
El trabajo más importante que lleva a cabo la aldea,
radicaen cómo trabajan para resignificar
la educación en los niños que allí viven. Estas familias, muchos de ellos
profesionales universitarios decidieron que sus hijos no asistan a la escuela y
ser hacedores de un modelo educativo
libre, basado en el aprendizaje colectivo, "ser, hacer e
interactuar". Claudia me cuenta que otras familias del pueblo también
forman parte de la idea. Asi es que son más de diez niños cuando se juntan.
Para ello la comunidad se basa en principios; co-creación, conciencia;
biofilia, sinergía y gestación. Según ella la educación formal homogeniza, está
planeada para la industrialización “el
niño se vuelve un producto” dice. Y es cierto, acá en Colombia he observado que
la educación más allá de ser planificada para generar “individuos” de consumo,
es un gran negociado al que acceden pocos. Las universidades son carísimas; y
los estudiantes son clientes.
Por suerte en la aldea el principio de sus habitantes es elegir una vida
sencilla, donde existir con lo básico y necesario. Utilizando sus profesiones
para hacer changas que permitan más tiempo para crear y hacer en el lugar antes
que afuera.
En Argentina, precisamente en Córdoba tuve la
oportunidad de aprender sobre permacultura y ecología, desarrollo
autosustentable, cultivo, cuidado de la tierra. Con Monte Samai y otras Eco
aldeas que visite, aprendí que existe una forma de vivir distinta a la que acostumbramos en la
vida urbana y grandes ciudades. Es posible vivir sin estar atado a pagar
cuentas. La gente cansada de una vida de consumo y que quiere ampliar su
horizonte de expectativas hacia una vida mejor, fuera de los lujos, no busca la
comodidad ni vivir adinerada por bienes materiales. Sino el bienestar de su cuerpo,
su mente y alma. Recuperar
conocimientos. Aquí aprendí que se puede estar en contacto con la tierra,
aprender de uno mismo, de otros en
comunidad. Sin alejarse de las individualidades, pero trabajando en una
cohesión colectiva.
Viajar alimenta el espíritu. El conocimiento. Sorprende y
abre puertas a otras vidas. Hoy en Colombia, descubro que el mundo de paz que
queremos como un sueño, ya es un hecho posible. Sin recurrir a
la violencia, sin atropellos. El sueño
de Jhonn Lennon en la canción imagine, existe. Esto marca un precedente.
¿Volveremos los humanos a vivir felices en aldeas, así como los hobbits?
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Vista desde el ferrocarril de la montaña |
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Aqui, la ducha.. |
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Atardecer |
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Arboles del camino |
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Baño Seco |
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Panel solar y huertas |
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Repollo en su huerta |
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Verduras Frescas |