domingo, 1 de marzo de 2015

EN SOLEDAD CON EL TODO

       
Febrero 2014, San Marcos Sierras, Córdoba - Argentina.

       A veces me pasa que alguien me habla de la soledad como un malestar. Cuando es así no puedo omitir palabras.  Simplemente no tengo ganas.  Prefiero mantenerme callada y escuchar ; -“Estoy rodeado de gente, pero realmente estoy solo”. Pienso que se trata de angustia, tal vez, tristeza. También la utilicé alguna vez.
       Soledad o más bien ; estar a solas es otra cosa. Para mi es lindo, gratificante. Soy de las que buscan estar a solas en lugares que acompañen mis ganas de soledad.
     Cuando estoy sola hasta puedo fijar la mirada sin desviarla, porque nada me distrae. No hay propagandas ni afiches, ni publicidades. Puedo ver lo que me rodea en total armonía, ver el río surcar las piedras y escuchar la musicalidad de ese murmullo. Ver el cielo, el Sol en un amanecer…Sentir lo que considero tiempo real. Amo el movimiento de los árboles, escuchar la música  que hacen los pájaros. Ver a las hojas bailar con el viento, oír el sonido de las ramas moverse, me encanta la soledad. 
        Me gusta charlar, pero dejar de usar las cuerdas vocales un rato extenso, en lo posible días,  me revive. Me baja de cualquier mambo. Me alegra, me alimenta el alma, la conciencia, el camino a seguir.
Tambien me gusta disfrutar de la soledad en compañía. Soy “rara” tal vez por esas ganas de escuchar el silencio en compañía. Es que uno no puede escuhar todo el tiempo tanto motor, tanta bulla, tanta palabra tampoco. Todo tiene su lado bello, sí,  no niego ni desestimo, tampoco comparo la ciudad con esos lugares para la soledad. 
       Pienso que los niños acostumbran a contemplar  y deberíamos aprender de ellos, que  tienen alas para volar sentados en una hamaca, recorrer el tiempo real sin sobresaltos. Vivir en el juego el presente.  Son ellos quienes en la urbe tienen la capacidad de  todavía tener los pies sobre la tierra.  Los adultos muchas veces recurrimos a recetas mágicas. 
     Amo encontrar caminos en las sierras, las montañas,  las playas. Amo detenerme a contemplar la sutil sabiduría de la vida, buscar los misterios que dibujan los paisajes. Hasta me animo a decir que hay compañías de otro tipo, invisibles, pero no imperceptibles.  Puedo cargar kilómetros una mochila para descansar en la profundidad de esa soledad. Nada pasa si hay una búsqueda, como Carlos Castaneda cuando cargó el saco de cactus en el desierto. Le resultaba pesado, pero al final del camino todo fue liviano.      Cuando permanezco días en soledad se ahuyenta cualquier tristeza, camino descalza y niña. Se van los dolores de mi cuerpo. Se van los malos pensamientos,  se queman con un fuego en la noche. En soledad me reencuentro, me siento protegida por una energía que tenemos todos. No temo a la soledad,  nunca se está solo si se está rodeado de la vida.  Tampoco se esta solo si se lleva el alma en conexión con la tierra,  porque somos uno. 
     Considero que es necesario tomarse un tiempo para estar a solas.

Bialet Massé , Córdoba (Argentina)